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miércoles, 27 de abril de 2011

QUE RUIDO DE FELICIDAD...

          QUÉ RUIDO DE FELICIDAD



Mis manos se alargan hasta tocarte
buscando ésa misteriosa sensación de paz,
justificable,
de sonidos huecos, de voces huecas
que manifiesta el equilibrio de los labios;



ignoro qué luz sucumbe
ante tus ojos extraños, pero la lluvia
de labios desbocados,
con risas en los dientes, muerde
tu cuerpo estático con un escalofrío
que siempre soñara. Contacto suave
y mortífero, contemplándote los huesos
sobresalidos, la carne que palpita en las manos
y llora perdida en el placer
que mutila los miembros.



No sé qué ruido de oquedades
me estremece y agita,
me pierde en la niebla de tu lengua
áspera y espesa y me atrapa furibunda,
me ata como un dogal a tu vientre.
Hermosa  piel que despertara
sombreada de brazos, colgada de felicidad
en una marea de espumas
y labios, fugando el sudor a otros espacios
más callados, más solitarios.



Mis dedos bordean la penumbra
de tus senos que galopan, dolor tuyo
y mío, dolor inmenso que se derrumba
como una columna de humo gris,
oigo tu voz por encima de los gritos
buscándome gozosa, impaciente del amor
de mi cuerpo, ahorcado junto a tí,
como dos estrías de espejos
que vencieran el azogue y el vaho moribundo
de la ira voluptuosa...

JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

viernes, 15 de abril de 2011

SONETO

SONETO



          Carnívoros labios tuyos, morena,
secos y destetados de metales,
ladrones de almíbar y manantiales
libándome el amor, toda serena.


          De un beso exilias, me arrancas la pena
de mis torpes, tristes, vegetales
labios, concierto de amores, de males,
donde arribar feliz, contenta y buena.



          Amorosa de labios como espadas
y retorciéndote de besos tiernos,
agonizo de tu boca a la espalda:


           y retorciéndonos de besos tiernos
entro en las comisuras y las llagas,
a dentelladas de amorosos cuernos...


JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

NOCTURNO


NOCTURNO





Oh rumor doloroso de senos blancos
agarrotando los músculos del vientre,
en a rebato, desbandada emigrante
huyendo de la ciudad de tus labios;


tristes rosarios de osamenta caían
en un equinoccio turbio de volúmenes,
adelgazando sudor, partiendo brazos
en éste corazón mío tan callado,


como una catedral de hojas marchitas...



Qué fácil rendirse bajo la cópula
de tus ojos, marinos y abandonados,
varados en el silencio de mis labios;


no sufriera tu carne lo que la mía,
éste monstruoso agotamiento vacïo
de horas y décadas interminables...,
persiguïendo las sombras de los cuerpos
éstas noches silenciosas de poniente,
cuando la carne rumorea feliz,
y la voz se pierde en los oídos sordos...



        JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

SOBRER LA MUERTE Y OTROS ASUNTOS

SOBRE LA MUERTE Y OTROS ASUNTOS




I.

Vano intento
de abrir la boca desbocada
para escapar el dolor, parto amargo
de mis versos
que ávidos golpean la tierra, el mar tremendo
de los labios secos,
silbando en la lengua áspera y hueca
mientras una peste tremebunda
empieza a consumir la voz y la carne.



Un galope de espuelas amarillas
ataca, y mis ojos como rubíes chirrían,
goznan de dolor placentero
a horcajadas
                          entre la carne y la voz
que van vaciándose de silencio y hedor.




II.


Mírate los brazos, mi amor, noviembre,
con que atas mi pecho y el vientre
dolorosa,
fríamente,
con una luz azogada, borbotón espeso
que cae por los labios
en éste instante.
Tus dedos me tocan, penetran en mi carne
como agujas hipodérmicas
silenciando el grito de mi voz que se escapa
entre un rumor de batalla
                                       y un gozne de aceros oxidados.

( Mírate los brazos, los míos, desnudos sobre la tierra. )



                  JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ



SIN TITULO




SIN TITULO



¿No soy más feliz, ahora,
que yago bajo la hierba,
esperando reverdecer
cada abril, tras las aguas o
bajo las catedrales mudas de hojas pardas...?



¿No soy más feliz ahora,
en éste instante mágico, que sueño,
y mi mente reposa,
descansa, dormita mi cuerpo...,
y mis huesos, espectrales y sinfónicos
soportan un lento desguazar de pavesa...?


Quizás no fuera polvo lo que el tiempo
consume y degenera...    



                                            SAN FERNANDO   1984


       
      JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

SONETO

SONETO


        Melancolía amarilla en tu tacto
sobre mi carne ahora descubierta,
rasgar de dulces espadas abiertas
mientras tu voz descuelga a cobre o pacto.


        Mientras tú suenas a espuma en el acto,
opalinas doradas te liberta
de la arena de mi garganta experta.
Me duele todo el cuerpo en el contacto.


    
        Tus labios centellean como espadas,
escupiendo de mi lengua la arena
suspendida en los muelles de espumarias.



        Oh soledad mágica, enamorada,
en tus formas redondas y morenas
reverdecen caricias  sedentarias.



      JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

QUE RUIDO DE FELICIDAD

          QUÉ RUIDO DE FELICIDAD



Mis manos se alargan hasta tocarte
buscando ésa misteriosa sensación de paz,
justificable,
de sonidos huecos, de voces huecas
que manifiesta el equilibrio de los labios;



ignoro qué luz sucumbe
ante tus ojos extraños, pero la lluvia
de labios desbocados,
con risas en los dientes, muerde
tu cuerpo estático con un escalofrío
que siempre soñara. Contacto suave
y mortífero, contemplándote los huesos
sobresalidos, la carne que palpita en las manos
y llora perdida en el placer
que mutila los miembros.



No sé qué ruido de oquedades
me estremece y agita,
me pierde en la niebla de tu lengua
áspera y espesa y me atrapa furibunda,
me ata como un dogal a tu vientre.
Hermosa  piel que despertara
sombreada de brazos, colgada de felicidad
en una marea de espumas
y labios, fugando el sudor a otros espacios
más callados, más solitarios.



Mis dedos bordean la penumbra
de tus senos que galopan, dolor tuyo
y mío, dolor inmenso que se derrumba
como una columna de humo gris,
oigo tu voz por encima de los gritos
buscándome gozosa, impaciente del amor
de mi cuerpo, ahorcado junto a tí,
como dos estrías de espejos
que vencieran el azogue y el vaho moribundo
de la ira voluptuosa...

JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

miércoles, 13 de abril de 2011

RELATOS CORTOS III

CALÉNDULA


La color púrpura de las buganvillas reflejan sus sombras en las cristaleras de la galería, el punzante aroma de las madreselvas crece salvaje por los muros dando refugio a las salamandras; las rosas púrpuras , y las rosas blancas, nacaradas, casi amarillas, casi de oro, resbalando el rocío nocturno de agosto; el galán de noche habita por los rincones de las alcobas, doliendo casi en el corazón. Agosto se marchita en nuestras manos.
Y te llamo: “ Ven “, y mi voz no te llega, y mi voz no te alcanza, casi no respiras, mujer de éste anochecer...
Y te desnudo poco a poco, con parsimonia, saboreando el color nacarado de estatua que tu piel refleja en mis manos, y te me ofrezco, “ tómame, toma de mí cada porción de dicha, que el sabor dulce de mi boca apague la sed amarga de tu boca “.

Despojada de ropajes pareces una niña frágil, morena tu cabellera resbalando por la ladera atónita
de tu espalda, “ déjame que te acune en mi regazo “.
Y te tomo de tus manos, y ando contigo caminos nuevos, y sueño, que son palomas tus senos, y que tus manos danzan en mi piel, caricias nuevas, caricias alegres, y bebo de tus ojos la salazón de tus lágrimas; cabalga encima de mí, amada mía, ésta noche es mágica, podemos morir un instante ahora, resucitar entre palabras hermosas.
“ Ven, que quiero medir el peso exacto de tu amor, no me niegues la paz, compañera, niégame la voz, pero no me niegues la risa “.
“ Déjame por un momento pensar que, tus ojos son las ventanas de mis cánticos, el canto único del vuelo de los pájaros nocturnos de los vientres; déjame que te recuerde que  no es más torpe la última gaviota que llega, sino la que vuela en el crepuscular inmenso del miedo y la derrota....



                      JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ







OTOÑO

OTOÑO





Cuando todos se han ido
el alma se me cae tan triste...,
La sombra dormita entre las sombras
nostájicas, no hay luz en mis ojos
que se esconden heridos e injustos,
y es tan desesperada mi desesperanza
que tu risa joven y dulce de muchacha
apenas calma mi locura;



cuando ya todos se fueron
marchando, las fotografías de mis recuerdos
se fueron marchitando,
todo queda oscuro, sepia, negro todo
y nada,
u apenas tu voz, puede alcanzarme
la orilla límpida del cielo....



            JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ



POEMA PARA UN SILENCIO

POEMA PARA UN SILENCIO




Oh ya mis ojos no volverán a verte.
Cansada agonía en la tierra, los huesos
amargan, la fiebre delira en la fosa
como una fobia inmensa y terrible.


Las cuencas deshabitadas, aglomeradas
de vacío, vacío y fiebre en el aire;
al filo de la noche, una horca
de cansancio empieza ya a amenazar...


Quizás mis ojos no volverán a verte,
oh cuerpo sacro, indolente ceniza,
hueco opaco sin luz, sin voces
ni risas de hermosos cuerpos.


Oh ya mis ojos no volverán a verte,
mi buen Yorik,
habitado de excrementos y larvas
en la tierra húmeda de noviembre...


                                 JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

MARTA

MARTA
                                                           

                                                                                   ...que al fin me entere yo cómo sabe
                                                                                             una piel que sorprende.
                                                                                                                 V .Aleixandre


        … Blancos, cercados senos de pátina
fueran por ruin goce arrebatados.
Pálidos, simétricos, desangrados
de anatomía vítrea y salina.


        Fugar quisiera la mano asesina,
mordedora de marfil destrozado
aún cuando los labios desdentados
profanaran la infinitud divina.


        Las sombras, dormitando en la espesura,
la piel, embrutecida y furibunda
apenas sobrevive a la estructura.


        Sombras frescas, álgida arquitectura,
origen de ternura donde abundan
el dolor, la embestida y la bravura...

                       
                   JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ



CRISOL DE ANATOMIA

CRISOL DE ANATOMIA





Un golpe de tus labios
fuera cáliz entre mis manos. Amoroso
crisol, donde fundiera el tiempo pasado
y los pasados acontecimientos .
Mañana fuese tiempo de silencio.
-  Encontrarnos desnudos de horas,
el tiempo pasando leve,
como un soplo de aire que cae lentamente...-
Mañana fueras mía, mujer
de éste anochecer, golpeando en la piel
la ausencia, llana como un silencio atroz.
Un golpe de labios...
Paños escarlatas sin rumbo,
centelleando en el confín de mi lengua
y la úvula sofocante.
Un golpe de tus labios
fuera placentero entre mis manos. Allí
me encontrara satisfecho y a la deriva...



                      JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

sábado, 9 de abril de 2011

relatos cortos II

TIEMPOS DIFICILES








          A Dolorcita la Peregila le iban las cosas viento en popa hasta que se enamoró de Conrado, un encofrador residente en Badalona, y le puso un piso y una pastelería para que abandonara su antiguo trabajo y sus antiguos vicios.
Aquel matrimonio duró menos de lo esperado. Total, tres años desempeñando el papel de de mujer perfecta, pero entre  que los hijos no llegaban, no se sabe si por causa de algún desarreglo de alguno de los dos o por las pocas ganas y el escaso empeño que Dolorcita manifestaba por ser madre o por otras causas misteriosas que muchos adivinaban, el matrimonio hizo aguas enseguida.

          Dolorcita era mucha mujer y en cuanto veía a un buen mozo bien plantado le hacían los ojos chiribitas y eso que su marido no era desmerecedor, pero se ve que a todas las cabras les tira el monte.

          Dolorcita la Peregila tenía los pezones pequeños y morenos, pero dulces como melocotones, y cuando abandonó el pueblo, dejó huérfanos de cariño a varias generaciones de muchachos avidos de amor y de juegos prohibidos.

          Dolorcita la Peregila, que de niña era escuchimizada y alargada como una anguila, de mayor se puso como un tren, y repartía su cariño y su cuerpo generoso por mil pesetas, aunque si el mozo valía la pena y era de su agrado, se lo hacía gratis y muy satisfecha.

          A un servidor, al Trivi y a Fernando, que siempre andábamos en todos los fregados, nos costó un año reunir las mil pelas, sacrificándonos sin ir a las sesiones infantiles del cine Principal, sin comprar los tebeos del capitán Trueno o del Jabato y sin comprar chucherías en el kiosco del viejecito  de la calle Rubiños. En los servicios del colegio lasaliano nos juntábamos a la hora del recreo y hablábamos del asunto mientras nos fumábamos unos celtas emboquillados y disputábamos quién se la meneaba mejor y más rápido.
En éstas lides siempre nos vencía el Trivi menos cuando competía contra nosotros Agustín de la Rosa Pedrote; era todo un espectáculo  verlo desabrocharse la bragueta y sacar un miembro inmenso, impropio de su edad; él se mojaba los labios como Clint Eastwood y era capaz de alcanzar con la meada el metro y medio de altura, y cuando se la meneaba delante nuestra, era capaz de escupir el semen y alcanzar la línea que trazábamos en el retrete. Después sonreía y se guardaba las canicas o las peonzas que se había apostado con nosotros y el muy guarro se limpiaba el dorso de la mano diestra contra el pantalón vaquero y aquí Dios y después gloria.





          Dolorcita la Peregila citaba a casi todos sus clientes bajo el puente del Salto del Grillo, extendía una manta en un rincón seco y limpio de porquerías y era capaz de volver loco al más cuerdo con sus movimientos de jinete consumada.

          Era mayo de mil novecientos setenta y ocho y hacía bastante calor cuando el Trivi, Fernandito Amate y yo acordamos con Dolorcita encontrarnos bajo el puente. Estuvimos toda la tarde algo nerviosos y nos distrajimos viendo “Mis adorables sobrinos”, comimos pan con chocolate a toda prisa, porque queríamos llegar cuanto antes.

          Hasta ahora solo habíamos practicado lo que los curas llamaban el pecado solitario y andábamos algo nerviosos por la posibilidad de no estar a la altura deseada, íbamos rezagados, conscientes de la importancia de la acción que íbamos a acometer. Perder la virginidad no era moco de pavo y que no fuéramos capaces de afrontar la situación nos carcomía por dentro cuando caminábamos por la antigua vía férrea.
Cuando llegamos al lugar, nos fumamos unos celtas y nos bebimos unos tragos de moscatel que Fernando había robado de su casa.

          Dolorcita nos recibió con una gran sonrisa irónica, sabedora del momento por el que estábamos pasando. Cuando nos bajó los pantalones, todos nos ruborizamos al ver que a los tres nos iba a estallar el pene bajo los blancos calzoncillos. Con mucha delicadeza, tiró de la ropa interior y descubrió tres miembros a punto de estallar, tan parecidos y a la vez tan desiguales; el del Trivi era moreno, casi negro y portentoso; el de Fernando, largo y rosáceo, y el mío, gordo y protuberante. Me despojó totalmente de mi ropa interior y de un zarpazo se nos desnudó ante nuestros impávidos ojos; yo no daba crédito ante tanta hermosura.

          Era la  primera vez que veía una mujer totalmente desnuda y la oscuridad  de su sexo, abierto como una rosa, casi me hace vomitar de placer. Deshizo el moño que llevaba enredado en su nuca, dejando caer su negra cabellera por la espalda, acariciando su piel rosácea, y así, vestida únicamente por su mata de pelo azabache, con suavidad, me cogió de la mano y me indicó cómo cabalgar sobre ella.


         Volteé su cuerpo rudo y ajado mientras el mío se consumía en una febril agonía. Con besos de lujuria recorrió mis ojos, los lóbulos de mis orejas, sus labios me lamieron como un animal enjaulado y sus manos llegaron hasta donde jamás creí que pudiera llegar una caricia.
Todo mi cuerpo se abandonó a sus movimientos, tragándome y enroscándome en sus piernas, en sus brazos, en sus glúteos; el animal que crecía en mi entrepierna se adentró en su escondrijo sintiendo una oleada de calor sofocante y un placer inmenso.

          Juro por Dios que si lloré, no fue de rabia, sino de felicidad. Cuando me derramé sobre ella, me abracé maternalmente a sus pechos y lloré para desahogarme.


                    ¿Disfrutaste, chaval?.
                     Disfruté mucho, Dolorcita.

          A continuación, me vestí sin volver la cara hacia ellos, pero sentía los jadeos del Trivi intentando ensartarla; Fernando, pobrecito, no pudo aguantar y se la meneaba contemplando sosegadamente cómo Dolorcita volteaba a Trivi y sus glúteos bajaban y subían como la respiración de Fernando.


          Dolorcita la Peregila era tan generosa, tan generosa, que no quiso cobrarnos ni un duro. Sacó un paquete de Winston americano y nos ofreció uno a cada uno. Dolorcita sabía fumar de medio lado y hacía unos aros ensartados unos con otros como nadie.


A Dolorcita la Peregila se le saltaron las lágrimas cuando un servidor se le acercó y le besó en laq cara y en los ojos manchados de rímel...



                                                  MAYO    1978






                                             JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

viernes, 8 de abril de 2011

AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

El Círculo Poético de Yecla, en colaboración con la Fundación Cultural Miguel Hernández y la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Orihuela, ha realizado una video-conferencia en la Casa Museo del universal poeta oriolano con la Fundación Isla Negra en Chile, lugar donde Pablo Neruda tenía su residencia. En el acto, que ha coincidido con el LXIX aniversario de la muerte de Miguel Hernández, se leyeron textos del poeta chileno y de su gran amigo oriolano.

Desde Chile, asistieron la directora de la Fundación Isla Negra, Carolina Rivas, y la delegada Cultural de España en Chile, A. Campanella, así como distintos escritores y poetas chilenos. En representación de la Fundación Cultural Miguel Hernandez, acudió Aitor L. Larrabide, asesor de la Entidad oriolana.

La Fundación Isla Negra, a través del escritor y poeta Mario Barahona, ha enviado un escrito en el que se valora el esfuerzo para la consecución del homenaje: “Toda ha valido la pena. Ha conmovido a todos aquí en Chile, en Isla Negra, ¡a 12.000 kilómetros de distancia!!! Ha salido maravilloso.... Los chilenos han disfrutado de la poesía de Neruda, primero, y luego han disfrutado de la poesía de Miguel en vuestras voces........... La Directora de la Fundación y la Directora del Centro Cultural de España, estaban emocionadas, todo muy bien, y muy entusiasmados con repetir la experiencia......”.

AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

Un grupo de veinte estudiantes suecos, acompañados por tres profesores, han visitado la Casa Museo de Miguel Hernández y la Fundación que lleva el nombre del poeta, dentro de un programa educativo dirigido a alumnos que tienen el español como lengua extranjera optativa, entre otros idiomas como el inglés, alemán, francés, italiano, latín, ruso y holandés.

Los alumnos proceden del Instituto de Boberg, de Ange, localidad situada al norte del país nórdico caracterizada por su abundante pesca y paisajes salvajes. El Instituto cuenta con 400 estudiantes de entre 16 y 19 años, y en el centro se imparten clases de Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Enfermería Auxiliar, Rescate y Bomberos. Además, realiza intercambios de alumnos con países como Alemania, Austria, Chequia, Sudáfrica, Estados Unidos, Polonia, Estonia, Noruega, Colombia y Bolivia. Uno de los proyectos más ambiciosos es el Global Classroom, que anualmente organiza una conferencia sobre temas relevantes, que este año se celebra en el próximo mes de junio sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible.

Los alumnos recitaron en la Casa Museo, en sueco y español, los poemas hernandianos “El amor ascendía”, “Mis ojos sin tus ojos” y “Tristes guerras”, además de “Tienes una vida”, de la escritora sueca Anna-Greta Wide. Un grupo de visitantes, del Aula de la Experiencia de la Universidad Miguel Hernández, de Altea, escucharon emocionados el recital, el primero realizado en sueco en la casa donde vivió el universal poeta.

Después del recital, los alumnos recorrieron los lugares de Orihuela relacionados con Miguel Hernández, acompañados por Aitor L. Larrabide, asesor de la Fundación que difunde la vida y obra del autor de “El rayo que no cesa”.

AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.

AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

    Tengo estos huesos hechos a las penas y a las cavilaciones estas sienes: pena que vas, cavilación que vienes como el mar de la playa a las arenas. Como el mar de la playa a las arenas, voy en este naufragio de vaivenes, por una noche oscura de sartenes redondas, pobres, tristes y morenas. Nadie me salvará de este naufragio si no es tu amor, la tabla que procuro, si no es tu voz, el norte que pretendo. Eludiendo por eso el mal presagio de que ni en ti siquiera habré seguro, voy entre pena y pena sonriendo.
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AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

AÑO DE MIGUEL HERNANDEZ

        TODO ERA AZUL

    Todo era azul delante de aquellos ojos y era verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos. Porque el color hallaba su encarnación primera dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos. Ojos nacientes: luces en una doble esfera. Todo radiaba en torno como un solar de espejos. Vivificar las cosas para la primavera poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos. Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce como sentir aquella mirada inundadora. Cuando se me alejaba, me despedí del día. La claridad brotaba de su directo roce, pero los devoraron. Y están brotando ahora penumbras como el pardo rubor de la agonía.

jueves, 7 de abril de 2011

MIENTRAS TANTO...

MIENTRAS TANTO...



      Mientras tanto, un leve roce de osamenta
desciende sobre tí, albo de rumores,
desprendiendo, alimentándote  de amores
toda entera tú, enteramente de argenta.



      Resueltos tus senos, en sangrienta
batalla de ingles asombradas y olores.
Lenguas despavoridas de moradores
sobre éste mar tuyo, liso de tormentas...

                         

                                 JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

TE BUSCO Y TE PERSIGO

TE BUSCO Y TE PERSIGO



Te busco y te persigo
arrebatadamente, feroz, como un loco,
licántropo diurno
por las copas verdeantes de la marisma,
por las dunas de alicantes y escorpiones;
caracolas marinas, traslúcidas medusas
me desnudan de acíbar,
salinos resplandores de liliáceas me ciegan;
por entre los esteros te busco arrebatadamente,
donde sestea la adormidera de agosto,
cal y mirto,
sombreando tus oscuros
ojos de lántano, de calentura,
dormitando en qué mareas.




Y la mar me abandona, y me consume,
y te grito: “Ven”, y no te encuentro...,
salamandra azul sobre mi boca carmesí.
Y te recuerdo cómo eras,
cuando el amor ardía como una hoguera
entre nuestros ropajes,
cuando eras desconocida y feliz
entre mi gente, entre mi pueblo,
catedral de palomas a barlovento,
y tu risa era de campana,
y tu amor, una clepsidra de lapislázuli
y menta...

                           JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

DONDE HABITA EL OLVIDO

DONDE HABITA EL OLVIDO



Donde habita el olvido, no crece tu nombre,
no habita tu forma, ni tu figura,
acaso la sombra fugaz
de un fantasma, que apenas rasga
el aliento de mi alma.
Donde habita el olvido, apenas dormita ya el dolor
y la pena,
y la incertidumbre dolorosa de saberse amado,
solo habita el silencio,
el ruidoso silencio de los besos
fugaces y huidizos de antaño.
La oquedad fría y plena
de sentirse abandonado en oscura melancolía.

Donde habita el olvido
antaño fue pasto de hogueras
donde el amor ardía saludable
y la pasión, recorría impune los cuerpos
en un arrebato mágico de locura...



                     JUAN JOSE  CORBALAN IBAÑEZ

EQUINOCCIO DE NOCTURNIDAD

EQUINOCCIO   de nocturnidad




….Mas de pronto, tu cuerpo opaco,
estirado de voz en la orilla de mis manos
vence ése ridículo miedo al vacío,
triste llamamiento de nocturnidad...,
en el pecho, hermosos brazos descolgados
hacia el reposo.


Esperando entre las ruinas
tu retorno al habitáculo, sediento de horas
largas y agradables,
un clamor nauseabundo restrega la piel  dura
de los duros islotes de osamenta:


clamor frío, como desterrado de ambos,
equivocando el feliz encuentro de tí, mujer
eterna de éste anochecer,
lejana voz de guijarros en mi piel,
así como desnuda, pura de artificio, de viento
y solemnidad...



                                   JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

miércoles, 6 de abril de 2011

relatos cortos


LO MAS OLVIDADO DE MI CORAZON
DIARIO INACABADO



…”Se me está agriando el corazón, carajo”, pensé. No sé cuándo empecé a pensar en actos suicidas. Soñaba con la muerte como única escapatoria a mi dolor, me castigaba impunemente, mortificándome, me pegaba con palos en las manos para sentir dolor, sentirme vivo y romper el llanto que pugnaba por salir de mi garganta.
Momentos antes, había aguantado impertérrito con los dientes clavados en los labios para no llorar o gritar la golpiza que mi madre me daba por no sé que motivos tan importantes. Con lo que tuviera a mano, lo mismo le daba una alpargata que el cabo de la escoba, un tenedor que el palo de mover la ropa que hervía en el baño de cinc detrás de la casa.
A veces corría a casa de mi abuela y me escondía en sus faldas, pero eso no hacía sino retrasar la paliza. Todos los llantos del mundo me venían a los ojos después, me preguntaba por qué, por qué, y no conseguía ninguna respuesta, sólo silencio y abandono.
No recuerdo cuando alguien me besó con cariño y dulzura; de mi familia solo recuerdo gritos y desesperación, golpizas y abandono. Qué poco hubiera bastado para hacerme feliz. La sensación de soledad y abandono me acompañaría hasta el final de mis días.

De mi padre unicamente recuerdo que siempre estaba de viaje, trabajando en Alemania o Francia. Durante mi infancia, se convirtió en un forastero que durante grandes temporadas aparecía por casa cargado de regalos, que eran la envidia de mis primos.
Muchas noches me iba a la cama sin comer, como castigo porque no me gustara la cena o porque me sentía triste .Durante el resto del día me resarcía´, y a hurtadillas, me comía un trozo de pan con chocolate “Zahor”, o cogía por mi cuenta la lata de leche condensada y chupaba de ella hasta sentirme feliz y satisfecho.
A veces me obligaban a bañarme desnudo en un gran baño de cinc delante de mis primos, que se mofaban de mi cuerpo, mientras mi madre me restregaba con jabón verde “lagarto” y un estropajo de esparto.

A los doce años, yo, Julián Santamaría, no era ya un cachorro desnutrido, sino un adolescente cargado de quilos y con la piel sin brillo de los jóvenes solitarios. Pasaba desapercibido como un puma, esquivando gente por la calle, muebles en mi casa y compañeros en el colegio. Rara vez alguien se fijaba en mí y si lo hacía era para mofarse de mi voz aflautada, para toquetear mis glúteos cuando subía por las escaleras camino de mi aula o para tirarme del vello incipiente que empezaba a crecer por mis patorras.
Cuando esto sucedía, me gustaba soñar que me convertía en “El capitán trueno” y que los combatía como si de moros se trataran. Pero la realidad era más dura y cruel, y lo único que estaba en mi mano era defenderme como podía, aunque me costase más de un coscorrón y el desaire de mis compañeros.

Era un alumno mediocre, pero acataba la disciplina, la austeridad del colegio religioso, amaba la capilla con sus santos empolvados y el olor rancio de cera encendida los domingos a las once. Me gustaba ayudar a misa los domingos y fiestas de guardar, limpiar el polvo de las hornacinas de los santos y cuando llegaba la festividad del patrón del colegio, bajábamos su imagen y la poníamos arriba, en la escalera del altar, lleno de cirios y jarrones de flores. Creo que entonces era feliz…


Una noche me desperté sobresaltado sintiendo la humedad de algo viscoso que empapaba mi entrepierna. Descubrí que ésa lombriz fea y gorda que pendía de ella, podía llenar mis ratos de desazón de momentos de felicidad; descubrí que tocando mi pene entraba en un paraíso particular, nadie podía arrebatarme esos momentos de placer y gozo, nadie sabría cuán fácil era dejarse llevar por el gozo de la masturbación. Descubrí que en esos instantes mágicos, el placer que me procuraba era como abandonarse a la deriva y morir unos instantes antes de volver a la cruda realidad.
Siempre buscaba lugares apartados y solitarios, el cuarto de baño, la inmensidad de unos trigales, el frescor de una viña de septiembre; cualquier lugar era estupendo para bajarme los pantalones y acariciarme con la mano diestra mientras el viento peinaba las espigas y yo me abandonaba en un mar dorado que me llevaba a otro paraíso.
De todas las asignaturas, donde más sobresalía era en  Plástica y en religión; no creo que tuviera verdadera  vocación de ser cura, más bien un impulso natural de sobresalir de mis compañeros.
Desde pequeño, sentía una animadversión casi patógena hacia el colegio, sufría palpitaciones, vómitos y no había dios que consiguiese consolarme de aquella angustia que con el paso de los años se ha ido mitigando. En la clase de ciencias naturales, mientras don Antonio hacía muecas con su dentadura postiza y explicaba la fotosíntesis, Fernando y yo, los últimos pupitres de la clase, nos enseñábamos nuestros sexos, los comparábamos y medíamos y observábamos aquellas manchas amarillas en los calzoncillos blancos de algodón.

Cuando más sufría era en la clase de educación física; cuando se trataba de correr en el patio, no era del todo malo, me gustaba correr y jugar al coger, y no lo hacía del todo mal; sin embargo, la angustia se apoderaba de mí en cuanto entrábamos en el gimnasio; no sabía ni podía subir por la cuerda, si saltaba el potro o el caballo, o me caía junto con el aparato o me quedaba  a mitad de camino; si volteaba sobre la colchoneta, siempre caía fuera de ella con la consiguiente risotada de mis compañeros.
“Ojalá os muriéseis, cabrones”. Los odiaba a todos, y al profesor de turno, por no comprender mi incapacidad para el ejercicio físico .Deseaba con todas mis fuerzas que dieran las cinco de la tarde para correr hasta mi casa . Una ansiedad desconocida embargaba mi cuerpo, las sienes me latían como un tren, y los ojos me lloraban de rabia mientras rumiaba una venganza que nunca pondría en práctica. Ünicamente me consolaba masturbándome entre los árboles camino de casa, imaginando que ésta fuera una cárcel más dulce que el maldito colegio. Envidiaba a mis compañeros cuando de pequeños se acompañaban de sus padres en algún acto religioso o teatral; yo siempre permanecía solo, en un rincón apartado, atisbando cualquier caricia de aquellos padres con sus hijos; envidiaba a mis compañeros cuando compraban golosinas antes de entrar en clase o en el quiosco que regentaba el hermano Quintiliano.
Para mí el colegio era un tormento  pasajero, pero un tormento. Nunca destaqué en nada, ni me inscribí en algún equipo de deporte o asociación, me faltaba voluntad y entusiasmo, pero sobre todo  fui siempre un cobarde, porque nunca supe enfrentarme con el que fuera y darme a valer; alguna vez actuaba en el coro del colegio, pero duró poco, mi voz era incalificable, pero aquellos momentos henchían mi vanidad.
Cuando llegaban las vacaciones de Navidad se me venía el mundo encima; los días se me hacían largos y perezosos; a pesar de todo, echaba de menos el bullicio de la clase y sólo me consolaba con las películas religiosas que daban por televisión.
Por aquellos días hice amistad con un compañero rico y de apellidos renombrados, íbamos juntos a misa, a visitar belenes, me invitaba a comer en su casa, pero sobre todo me gustaba dejar pasar mi mano por los lomos de los libros de su biblioteca; a veces me prestaba alguno y lo llevaba en la mano como si fuera un cofre; desde entonces, ellos son mis únicos compañeros, en ellos me refugio y amo, en ellos vivo aventuras y desamores.
Una tarde, estábamos en el salón de su casa, solos, jugando a algún tipo de juegos de palabras. No sé de donde sacó un revista con fotografías eróticas; con ojos asombrados, descubrimos cuerpos magníficos en posturas imposibles, caricias y miembros inimaginables a nuestra edad.
Un silencio mágico se apoderó de nosotros, que rompió mi amigo de repente:
-          ¿Te gustaría que te la meneara?
-          ¿Qué…?
-          Tu polla, ¿te gustaría que te la meneara?
La cabeza me iba a estallar, la acidez del estómago me llegó a la garganta y la boca se me secó y se puso dura como el esparto. Cuando me dí cuenta, tenía los pantalones bajados, apoyé inconscientemente la cabeza en el tresillo y él deslizó sus dedos dentro del elástico del calzoncillo. Con una dulzura increíble me bajó la ropa interior, empezó a acariciar mis muslos , y cuando su boca entró en mi entrepierna, el tiempo se me hizo infinito.
Hubo momentos en que creí morir, las lágrimas resbalaban cuesta abajo y deseé que este instante  fuera eterno; la conciencia me abandonaba por momentos, nunca imaginé que la muerte estuviera tan cerca, mi cuerpo se abandonó a sus caricias, mi rostro se crispó y cuando me derramé dentro de su boca, mi cara se iluminó y mis labios suspiraron dulcemente.

Después de aquello, no quise confesarme. Sentía que aquel momento me pertenecía solamente a mí, excluyéndole a él también . Además, imaginaba la reacción del sacerdote ante tamaña confesión y no estaban las cosas como para echar más leña al fuego. Pasado el tiempo, otras experiencias diferentes marcaron mi vida; a veces hubo amor de por medio, pero siempre estuve marcado como Caín; todas las desgracias se cebaron en mí, mi triste destino no hacía sino completar un triste círculo sin salida, una y otra vez , una y otra vez marcando mi cuerpo, mi alma y mi vida de melancolía y una dejadez impropia de mis años. No me hubiera  importado encontrar amor en donde fuera. Pero mi vida me arrastra a su final, esto no es un juego, la vida te da zarpazos imposibles de remediar y de recuperar; mi vida no es un laberinto, no puedo volver atrás y empezar otro camino, diferente del anterior, para llegar a la luz.

Han pasado los años y sigo siendo el mismo personaje que estorba en toda película mediocre. Ya no me quedan fuerzas, y la pereza se acostumbró a habitar conmigo. Busqué en mi propio corazón  el amor que había ido cultivando para entregárselo a alguien, pero no lo encontré; la vida te pide cuentas, pero solo hallé indiferencia.
Hoy he cumplido veinte años y nadie se acordó de mí, como casi siempre, como siempre; después de dejar escritas estas cuartillas para ti, he tomado una resolución , la única que me sacará del agujero tan oscuro que escarba en mi mente. No sé si Dios existe, pero ya no me importa; no sé si me veré cara a cara con Ël , pero ya todo me es indiferente; no me tembló la mano cuando tragué una a una  cinco tabletas de aspirinas y un frasco de Valium 10.


No me despido de nadie, me iré callado, como las sombras furtivas ;me acostaré sobre un lecho de espigas doradas, en una loma cara al mar, y entonces volaré fuerte y feliz.


Es tan fácil morir y tan dulce sentirse libre…..




FIN

JUAN J. CORBALAN IBAÑEZ