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miércoles, 4 de mayo de 2011

CANCIONES NUEVAS Y ALEGRES


CANCIONES NUEVAS Y ALEGRES



Canciones nuevas y alegres te envuelven.
Mi voz dulzona baja a tu garganta
en éste juego tan desesperado
de buscarte, no temiéndole a nada.


Eres la gota fría en cristal hueco.
Bebo sediento de ella en la clepsidra
ardiente y solitaria de tus pechos,
muerto de amor y melancolïa.


Tu aliento me retuerce crucuficándome
en éstas viejas playas de vientres salobres.



Y una vez hallada, voy esperando,
desesperándome tu caracola.
Como una soga voy ciñéndome
a tu boca, a tu carne y tu corola.


Un pétalo de osamenta cruje en la noche.
Ahora mis jóvenes brazos te adelgazan
la piel clara y enredada de tu rosa
y un dolor súbito emigra de mi alma...


Dibujo en tu piel caricias alegres
y nuevas, con mis dedos doloridos,
y otra vez, mi cuerpo solloza, tiembla,
agoniza feliz como los peces....



JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

NO SÉ QUÉ FUEREZA DE DIENTES


NO SÉ QUÉ FUERZA DE DIENTES...





Sacros bordes de amnistía
olvidados, grietas guturales, cobre
duro y maleable
que fundiera en mis labios lascivos;
una caída de furiosos labios
golpea tu cuerpo, sesgando el vello,
blasfemando el limo de palabras,
salivas, y vino añejo
de tus manos, parábola para mi sed.


Tus flores son eréctamente maleables,
de perfiles cárdenos, de un escalofrío atroz
que murieran en mis sombras.
Varios músculos te golpean
pereciéndote, yaciendo sobre tí silenciosa,
una pasión exaltada y anegante
que corrompe vengando placeres,
eyaculando relámpagos miserables
de huesos desconocidos y equilibristas...



Pudiera ser el final hostil
que ahoga el perfume apestoso de mis axilas.


JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

NOVEMBER



NOVEMBER



Olas de soledad golpean mi boca
en pleamares tristes y dolorosas,
rasgan mi voz entre penumbras calladas
y ruidosas luces de hojarasca,
buscan mis manos que crecen de hedor
retorciendo aquellos viejos besos tuyos
que ahora olvida ésta tierra que me cubre.



Gigantes y asombrados mares de amor
inundan sedientos mis ojos opacos
como últimos crepúsculos de agonía....


JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

ALGUNA VEZ TU CUERPO


ALGUNA VEZ TU CUERPO




Alguna vez tu cuerpo tiritó
de fiebre junto al mío. A llamaradas
entró en mi piel tostada, por mis oscuros ojos,
entre mis manos tibias que atrapaban como un sol
tu sonrisa, por entre los pliegues difusos
buscando la alegría de los labios amorosos.


El viento de tu cabellera
dormita en mi espalda, no había colinas en tí
que mis dedos no alcanzaran,
ni fruto más carnoso que tus muslos tibios,
el atlas de tu cuerpo ardía
como una hoguera en la montaña;
como el musgo te apoderaste del olor de mis besos.





En mi memoria reposa aún
la luz de tu mirada, la púrpura magia
del sabor de tu lengua y de tus dientes asombrados.
Alguna vez mi sombra invisible
hurgó como un ladrón en tu reposo,
admirando la curva exquisita y maravillosa,
el oro macilento trocado en argenta;
por entre los ventanales, la luz
admiró tu cuerpo de estatua
adivinando la furia de tus miembros en a rebato.



Alguna vez hicimos del amor
un regalo para el alma, una ilusión
para los cuerpos indefensos;
tú fuiste la rama de jazmín
que mi boca atrapó con ansia,
la música que reía y envenenaba a mis oídos.
Alguna vez tu compañía
rebosó de alegría
el triste cáliz de mi soledad...

JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ

AIRE EN LA VOZ AIRE EN LA VOZ


AIRE EN LA VOZ
...O labios pardos o anatomía reposada.



Tras de la aurora anterior
una musgosidad casi pétrea y estridente
acaba por pernoctar en mi boca.
Casi destierra la furia de los dientes.
La púrpura luz de los labios
se balancea embriagada y delírica,
ganando velocidad
como una hojarasca de gris humo:
guturales ecos
de voces inmensas, estridentes y cálidas.



Misterio tras las cortinas de las sombras,
oh labios que os derramáis
profundos, en el bosque carmesí
de mi boca;
anillo prieto que alborozado
gime en calma, como un ocaso de purpurina
y de sangre seca;
bajáis murmurando
un dolor que muerden en mí, el paladar
suyo se me vuelve opaco
como una campanada sorda y queda.
Labios delirantes
que dormitan el sueño eterno
de la vida, desconociendolas grietas amargas
de mis dientes,
senectud febril de párpados escurridos,
pectorales, anatómicos, vaselínicos
tras la grieta profunda de mi garganta.



Labios solitarios, rítmicos de fiebre
que penetran lentamente
en las tinieblas de mi voz, ahogándola;
un aura de luz propone
descomponer el silencio incólume
que horizontal, empieza a yacer
sobre los músculos relajados.


JUAN JOSE CORBALAN IBAÑEZ